Adiós a mi coche de toda la vida

Todo tiene un principio y un final, aunque con algunas cosas uno cree que va a ser para siempre. Pues no. Mi coche de toda la vida se ha ido para no volver. Después de más de una década, se vendió por una cifra que no diré, por vergüenza. Un amigo de mi padre, fan de los coches baratos, se hizo con mi “súper deportivo”. Lo malo del asunto es que no pude ni siquiera despedirme de él. La venta se hizo a mis espaldas…

Me gustan los coches, pero no soy un aficionado acérrimo. Si veo un buen coche por la calle, me quedo mirando y los disfruto, pero tampoco sueño con tenerlo. Siempre he considerado los coches como objetos de lujo, de esos de los que se puede perfectamente prescindir. Por supuesto no incluyo aquellos casos en los que el vehículo es imprescindible para trabajar. Pero en mi caso, que no lo es, nunca me ha parecido necesario gastarme tanto dinero en un coche.

Creo también que los coches son el ejemplo más palpable de postureo. El coche como representación simbólica de lo que uno es, y sobre todo de lo que uno tiene. En el barrio en el que vivo actualmente está superpoblado de SUVs  de firmas como BMW o Audi. Se diría incluso que los regalan con el acceso a la vivienda. Seguro que alguno de los propietarios de un coche de este tipo me diría que lo ha comprado por su seguridad, por su fiabilidad, etc. Pero no. Porque si fuera así se habrían comprado un Honda o un Toyota, los más fiables del mercado según diversos análisis.

Pero volvamos a los coches baratos. Volvamos a mi coche, un Renault Clio del año 91 que pasó por varios miembros de mi familia hasta llegar a mi cuando saqué el carné. Me acostumbré a él, a pesar de sus deficiencias, que tenía bastantes. Pero cuando me montaba en él, me sentía como en casa. Son tantos recuerdos asociados a ese coche. Cuando me cambié de ciudad, el coche se quedó en casa y lo siguió usando mi padre como segundo coche. Yo le dije en varias ocasiones que lo vendiera pero nunca lo hizo. Hasta hoy. No me podré despedir. Un minuto de silencio por mi Clio oxidado.