La flexibilidad, los descuentos y el ahorro de tiempo son algunos de los beneficios de aparcar en el aeropuerto. Solo en las terminales gestionadas por Aena existen más de cien mil plazas de estacionamiento, a las que debe sumarse el resto, de titularidad autonómica. Al elegir el parking en Santiago de Compostela aeropuerto, por ejemplo, el usuario prescinde de gastos como el traslado en autobús o en taxi hasta la terminal de embarque.
Incluso los conductores sin intención de tomar un vuelo, aprovechan los parkings cercanos al aeropuerto —por lo común, disuasorios— para evitar la masificación que afecta a las plazas de zonas céntricas. De este modo, contribuyen a descongestionar las principales vías de acceso a la ciudad y reducen la emisión de CO2 al acortar las esperas y rodeos.
Al estacionar en el mismo aeropuerto, se disfruta de una mayor independencia y margen de maniobra. Depender del transporte público o compartido aumenta el riesgo de que los atascos y otras eventualidades impidan tomar el vuelo a tiempo.
Si hay una palabra que define al estacionamiento en aeropuertos, esa es «comodidad». Porque la mayor parte de estos parkings se sitúa cerca de la terminal. Solo los de larga estancia se ubican a cierta distancia, si bien esta desventaja se compensa con el servicio de traslado, que acerca al conductor hasta las instalaciones.
¿Dejar el coche en el aeropuerto significa pagar más? Aena y otras plataformas fidelizan a sus socios mediante ofertas y descuentos que, al reservar con antelación, les ayudan a economizar este servicio. Con el pago por matrícula y otras facilidades, los conductores entran y salen del estacionamiento con rapidez, sin molestas esperas.
Además, los parkings tanto descubiertos como subterráneos están vigilados en aeropuertos. La seguridad incluye el uso de cámaras inteligentes, taquillas de entrada y de salida y otras medidas, todo lo cual aumenta la tranquilidad de los conductores.