EVERYONE USES THE MOBILE

One of my friends wants to start a business and it has occurred to her to give away some gift ribbons to hang credentials or other things as a promotion. And for this I have advised her to look for a distributor of carabiner-lanyard pendants that she is sure that if she ordered a good quantity of them she would give her a good price. Personally I’m not one of those people who like to hang ribbons around their necks, but I know many girls who like to hang their mobile around their necks with a pendant of this style. More than anything to always have the phone at hand. Something that I do not share because I am one of those people who do not pay too much attention to the mobile, something strange these days, I know, but I consider that we cannot let a device dominate our lives and I am the one who chooses to use my mobile when I want and not spend the day connected to the mobile. When I walk down the street I realize more and more that people have a serious problem with the use of their mobile phones, because it is not normal to walk down the street and not look up from your mobile phone even to cross the street of pedestrians, the surprising thing is that there are no more accidents caused by those people who are not attentive to what they have to go, and also, normally what we see on mobile phones is almost all lies and we believe it as if it were true . There is too much misinformation today and it is no longer known what is real and what is not, so I have decided to ignore anything that I skip on my mobile or see on TV. It seems to me that today’s journalists are not half as professional as the old journalists because at least before they deigned to make sure that the news they gave was reliable, today they put any hoax as if it were a news and then they regret having lied.

Carne Avícola: 3 razones por las que congelarla es beneficiosa

La demanda de distribuidor de aves congeladas para hosteleria se ha incrementado exponencialmente en la última década. Sólo en España se producen más de 1,7 millones de toneladas de carne aviar al año, con un consumo per cápita que asciende a 14 kg, según la Asociación Interprofesional Española de Carne Avícola. ¿Tendría el mismo éxito sin los beneficios de la congelación? La respuesta es evidente.

 

Porque la congelación de carne aviar es una práctica necesaria y ventajosa en el sector de la hostelería. Diversas razones así lo explican. En primer lugar, este proceso ayuda a preservar estos alimentos frescos durante el transporte desde su origen hasta el establecimiento hostelero. Entera y cruda, este producto cárnico resiste hasta 12 meses sin sufrir un deterioro de su calidad y valor nutricional.

 

Por este motivo, las utilidades de la carne de ave congelada van más allá del transporte. Los restaurantes y hoteles congelan una parte de estos alimentos con el objetivo de descongelarlos a medida que los necesitan, sin temor a que pierdan frescura ni sabor.

 

Del punto anterior se deduce que congelar la carne de ave permite combatir eficazmente el desperdicio de comida. Este proceso incrementa la ‘vida útil’ de este y otros productos cárnicos, lo que fortalece la economía de establecimientos hosteleros, al maximizar el aprovechamiento de viandas, y redunda positivamente en la imagen corporativa, pues el desperdicio alimentario puede afear la reputación empresarial.

 

Además, la calidad y aporte nutricional de las carnes de ave pueden conservarse, siempre y cuando hayan sido congeladas de manera adecuada, es decir, con la máxima rapidez posible para prevenir la formación de cristales de hielo. Por esta razón, los gourmets más exigentes no pueden distinguir una alita de pollo recién descongelada de otra no sometida a congelación. Así pues, no sorprende que las aves congeladas sean tan demandadas en el sector hostelero.

La auténtica factura de la pandemia

La mayoría de las profesionales de la salud que tienen consulta afirman que el número de personas que requieren de sus servicios, tanto en la sanidad pública como privada, ha aumentado considerablemente. Y lo peor de todo es que en muchos casos son personas jóvenes e incluso niños quienes presentan cuadros de ansiedad, miedo o depresión.

Por un lado, están los que han vivido auténticas situaciones traumáticas que son muy difíciles de asimilar, como la muerte de un familiar en una residencia o en un hospital sin poder ir a darle el último adiós o abrazarlo. Pero incluso quienes no han tenido que pasar por trances tan duros tienen heridas abiertas en el terreno emocional y psicológico.

No poder ver a los amigos y a la familia durante meses, un encierro que duró muchas semanas, separaciones de la pareja, alejamiento de los centros de estudio y en muchos casos paréntesis en planes académicos muy importantes, son solo algunas de las cosas a las que mucha gente se ha enfrentado. También están los problemas laborales, las personas en situación de ERTE que no saben si podrán recuperar sus trabajos y, por supuesto, los que han sufrido la enfermedad y arrastran secuelas que no saben cuánto durarán y que nadie sabe realmente cómo tratar.

Incluso sin haber sufrido consecuencias graves, muchos notan como han perdido las ganas de salir porque tienen miedo a estar en lugares con mucha gente o cómo se sienten tristes y abrumados por el exceso de información negativa.

Si sientes que estás pagando esta factura tan real y tan dura consecuencia de la pandemia, busca ayuda. Acudir a un psicólogo en Pontevedra es el primer paso para aprender a gestionar todo lo que pasa por tu cabeza y las sensaciones negativas que puedas estar viviendo. Incluso las crisis de ansiedad, tan angustiosas y duras, pueden llegar a controlarse poniéndose en manos de un buen profesional.

El trabajo con un psicólogo es lento, pero ofrece resultados que van paso a paso y que sientan las bases para una mejor gestión emocional. Incluso para aceptar que pese a todos los mensajes que nos dicen que todo está bien y que saldremos de esto más fuertes, tenemos derecho a no sentirnos más fuertes, sino a estar mal, a tener tristeza y a experimentar una cierta frustración por todo lo que sentimos que el virus nos ha robado.