Obsesionado con el almacenaje

No creo que tenga el síndrome de Diógenes, pero tal vez vaya camino de ello. La acumulación de enseres de todo tipo en casa puede ser un gran problema, sobre todo cuando la casa en la que vives no es tuya y, encima, es pequeña. Me he tenido que exprimir la cabeza para tratar a de aprovechar cada hueco de almacenaje, además de hacer algunos cambios, como la cama: preferí comprar canape que me ofrece mucho más espacio para guardar…

No sé cuando empezó esta afición mía por coleccionar cosas aparentemente inútiles. Al principio fueron revistas. Valga de ejemplo una anécdota de cuando iba al instituto. Un día estaba hablando de música con un amigo y le dije que tenía una revista con un artículo con los mejores discos de la década. Me dijo: “¡Déjamela que quiero verla!” Días más tarde se la llevé. Cuando un tiempo después se la pedí (yo la guardaba como oro en paño) me dijo que la había tirado: “La leí y luego la tiré…”. Lo dijo como si fuese lo más normal del mundo, y a lo mejor lo es, pero no para mí…

Lo de las revistas es para mí una verdadera pasión. Tal es así que en estos momento estoy desempolvando una pila de revistas de tendencias que tenía guardadas de hace unos 20 años y las estoy revisando. Y lo estoy pasando pipa comprobando como han cambiado las cosas en moda, música, cine…

Así que, ¡qué demonios!, si me lo paso tan bien leyendo cosas antiguas, ¿por qué voy a tener que tirarlo todo? Solo hay que organizarse un poco y aprovechar bien la casa. Lo de comprar canape fue una decisión muy acertada, porque el hueco que deja una cama normal no suele ser bien aprovechado. Con el canapé puedo guardar un montón de cosas (no solo revistas…).

Por suerte, actualmente dispongo de un trastero que me sirve para bajar aquellas cosas que no necesito para el día a día. Lo malo es que si algún día cambio de casa y me voy a una sin trastero estoy fastidiado. Tal vez entonces tenga que tirar algunas cajas de revistas antiguas…

De la negación a la aceptación

Por mi trabajo en un centro de día para personas mayores he conocido a muchos cuidadores. Los problemas a los que se enfrentan son muy similares, por eso es tan importante que estén en contacto con otras personas en su misma situación, para compartir conocimientos, experiencias, alguna lágrima (¿por qué no?) y también una sonrisa.

Dicen que existen cinco etapas en todo proceso traumático, que puede ir desde un despido laboral a una ruptura sentimental o a una enfermedad grave: son la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Pero como todo en la vida, es mucho más fácil teorizar sobre ello que aplicarlo a la vida real.

“¿Alguna vez te ha dejado la novia?”, les comento de vez en cuando a algunos cuidadores que acuden al Centro de día alzheimer Madrid. Aceptar una enfermedad tiene bastantes puntos en común, a nivel psicológico, con una ruptura. Muchas personas entonan primero el “¿cómo puede pasarme esto a mí?”. Cuando se trata de una enfermedad como el Alzheimer de un familiar muy cercano las emociones se disparan.

Por un lado, sentimos una gran tristeza por todo lo que esa persona tendrá que padecer. También sentimos miedo, por el desconocimiento hacia la enfermedad y lo que puede deparar, y luego está la angustia por nuestro propio futuro. La gestión de esta emoción es uno de los grandes problemas a los que enfrentan los cuidadores. A veces se sienten egoístas por pensar en que su calidad de vida no será la misma teniendo que cuidar a un enfermo de Alzheimer. No hay nada de malo en sentirnos angustiados con nuestro propio futuro. No debemos sentir angustia de estar angustiados, porque entonces será el doble de difícil llegar a la aceptación…

De cualquier forma, cada persona es un mundo como he podido ver muchas veces en el Centro de día alzheimer Madrid. Muchos cuidadores me confiesan tomarse esta nueva etapa como un trabajo, y no es una mala estrategia. Cuidar a un enfermo con Alzheimer es muy exigente, eso está claro, pero no tengamos reparo a pedir ayuda si la necesitamos.