Objetivo cumplido

¿No tenéis la sensación de que nos pasamos la vida tratando de controlar nuestros vicios? Bueno, tal vez algunas personas implacables tienen un grado de autocontrol tan elevado que son incapaces de ser doblegados por un vicio, pero el común de los mortales siempre tenemos que estar batallando con una cosa u otra. ¿Y cuántos batallamos diariamente con la comida?

A mí, que me vicia la comida, a veces doy dos pasos atrás y me doy cuenta de lo triste que es vivir en una sociedad tan opulenta en contraste con otras en las que nadie puede viciarse con la comida porque no hay dinero para comprarla. Y entonces me siento culpable porque me guste tanto comer y me cueste tanto controlarme. 

Pero también he de conocerme a mí mismo y no se puede negar la realidad. Por eso, cuando logro cumplir mis objetivos y alejarme de la mala alimentación me siento bien. Y la mejor forma de conseguirlo es con pequeños gestos que se van sumando. Por ejemplo, es mejor beber zumo natural que refrescos o mejor queso fresco desnatado que uno normal. Si te gusta mucho el pan, no se trata de quitarlo todo de golpe (obviamente esa es otra opción) pero lo realista es ir poco a poco quitándolo poco a poco. Cada día un poco menos hasta que no dependas de ello.

El premio de estos pequeños gestos, sumados, es enorme. Es subirse a la báscula un día y ver que se ha conseguido el objetivo. O comprobar que puedes salir a correr y subes el nivel, que ya no te cansas como al principio. Y luego está el tema de la ropa. Si te gusta mucho la moda y con un poco de esfuerzo vas notando que puedes llevar puesto lo que más te gusta y te sienta bien, la sensación es de triunfo.

La alimentación es un placer, pero también un vicio. Eso lo sabemos la mayoría. A los que nos encanta el queso, a menudo nos resulta difícil controlarnos. Por eso, mejor queso fresco desnatado para, al menos, disfrutar del sabor de un alimento tan rico sin perder la línea. Porque solo con la moderación podremos conseguir nuestros objetivos.