La auténtica factura de la pandemia

La mayoría de las profesionales de la salud que tienen consulta afirman que el número de personas que requieren de sus servicios, tanto en la sanidad pública como privada, ha aumentado considerablemente. Y lo peor de todo es que en muchos casos son personas jóvenes e incluso niños quienes presentan cuadros de ansiedad, miedo o depresión.

Por un lado, están los que han vivido auténticas situaciones traumáticas que son muy difíciles de asimilar, como la muerte de un familiar en una residencia o en un hospital sin poder ir a darle el último adiós o abrazarlo. Pero incluso quienes no han tenido que pasar por trances tan duros tienen heridas abiertas en el terreno emocional y psicológico.

No poder ver a los amigos y a la familia durante meses, un encierro que duró muchas semanas, separaciones de la pareja, alejamiento de los centros de estudio y en muchos casos paréntesis en planes académicos muy importantes, son solo algunas de las cosas a las que mucha gente se ha enfrentado. También están los problemas laborales, las personas en situación de ERTE que no saben si podrán recuperar sus trabajos y, por supuesto, los que han sufrido la enfermedad y arrastran secuelas que no saben cuánto durarán y que nadie sabe realmente cómo tratar.

Incluso sin haber sufrido consecuencias graves, muchos notan como han perdido las ganas de salir porque tienen miedo a estar en lugares con mucha gente o cómo se sienten tristes y abrumados por el exceso de información negativa.

Si sientes que estás pagando esta factura tan real y tan dura consecuencia de la pandemia, busca ayuda. Acudir a un psicólogo en Pontevedra es el primer paso para aprender a gestionar todo lo que pasa por tu cabeza y las sensaciones negativas que puedas estar viviendo. Incluso las crisis de ansiedad, tan angustiosas y duras, pueden llegar a controlarse poniéndose en manos de un buen profesional.

El trabajo con un psicólogo es lento, pero ofrece resultados que van paso a paso y que sientan las bases para una mejor gestión emocional. Incluso para aceptar que pese a todos los mensajes que nos dicen que todo está bien y que saldremos de esto más fuertes, tenemos derecho a no sentirnos más fuertes, sino a estar mal, a tener tristeza y a experimentar una cierta frustración por todo lo que sentimos que el virus nos ha robado.