Comidas familiares 

Uno de los primeros signos de la llegada a la adultez es cuando se empieza a pensar en la muerte. Siendo un niño o un chico joven no se suele pensar en ‘esas cosas’. No tanto porque piensen que van a durar para siempre, sino porque simplemente no piensan en ello. Pero un buen día te cuestiones algunas cosas, te sale alguna cana y empiezas a mirar el futuro con un poco más de pragmatismo.

Recuerdo que mi proceso de madurez se vio más o menos acelerado cuando empecé la relación con mi novia. Hasta ese momento nunca había pasado por el proceso de conocer a la familia de una chica, no hubo esa necesidad. Pero como parece que esta relación iba en serio, acabamos teniendo una comida familiar. Y a esa le siguieron otras muchas. 

Una vez que los padres de mi novia empezaron a coger confianza me empezaron a hacer preguntas que no esperaba. Creo que tenían una lista de preguntas y en cada comida tachaban un par de ellas. Recuerdo que un día casi me atraganto con la sopa cuando la madre de mi novia me preguntó por si tenía seguro de decesos o seguro de vida. Y me dijeron que si, más adelante, seguía ‘formando parte de la familia’, que les gustaría que entrase dentro de sus seguros de decesos adeslas.

En aquel momento yo ni siquiera distinguía muy bien un seguro de vida de uno de decesos. Y lo que es peor, no tenía ni idea de si en mi propia familia teníamos de eso, aunque suponía que sí. Recuerdo que un día mi padre me intentó hablar de esos temas, pero yo no le hice mucho caso y finalmente desistió. Así que así me encontraba yo, con la cuchara sopera en la mano y hablando de seguros en una comida familiar.

Pasaron unos años y al final sí entré a formar parte de los seguros de decesos adeslas con mi novia que ahora es mi mujer. Pero también tengo muy presente aquellas famosas comidas tipo interrogatorio. Espero no madurar tanto como para bombardear a las parejas de nuestros hijos en las comidas familiares produciéndoles profundas indigestiones y alguna que otra pesadilla.