¿Hacerme un seguro privado?

El otro día me di cuenta de que todo el mundo a mi alrededor tenía seguro médico privado. Por una razón u otra, la mayoría de la gente que conozco disfruta de este servicio y no suelen pisar la sanidad pública, a no ser que se trate de buscar una segunda opinión. Así hizo mi suegro, por ejemplo, después de que en la clínica privada le aseguraran que lo del tumor de recto era un temor infundado. Aun así, se fue a hacer pruebas a la sanidad pública que también dieron negativo.

Este hecho me dio que pensar. Yo ya no soy un chaval, como quien dice. Tengo una edad y cada vez tengo más achaques. En estos momentos, por ejemplo, me duele horrores la espalda. Y a mí nunca me había dolido la espalda. Cuando fui al médico (de la sanidad pública, por supuesto) me dijo que tarde o temprano a todo el mundo le termina doliendo alguna vez la espalda.

Cuando pienso en contratar un seguro privado, también valoro la cuestión económica: es un gasto importante, ¿pero merece la pena? El asunto del miedo a padecer tumor de recto de mi suegro me dio que pensar y lo comparé con el problema que tuve yo con una hernia. Está claro que una cosa es una hernia y otra un cáncer y todavía no sé cómo me tratarían en la sanidad pública si tuviese algún problema muy grave, pero con la hernia yo tuve que dar vueltas y más vueltas durante un montón de meses.

Para hacerme la primera ecografía tardé un mes, pero es que para que un especialista valorara la prueba tuve que esperar otros dos meses. Cualquier usuario de la sanidad pública sabe que cuando se trata de ver a un especialista la cosa se pone un poco surrealista, con esperas que pueden llegar a varios meses.

Todo esto no pasa con un seguro privado, donde tienes un diagnóstico a los pocos días, por lo general. Me estoy haciendo viejo y no sé si puedo esperar cinco meses para ver al otorrinolaringólogo o para hacerme una resonancia magnética.